jueves, 27 de mayo de 2010

Hablando en cursiva

(Este texto fue escrito hace un par de semanas pero parece que ahora viene a cuento).



Os voy a contar la historia de Xosé (por no decir "Josep", "Chosé" o

"Josetxu").  Xosé vive con su familia en una casa unifamiliar con
jardín y piscina en Lalín (por no decir que vive en Dènia, Àger o en
Altsasu). Él estudió economía en Jaén e hizo un máster en Múnic. Es
contable y trabaja desde hace 10 años en una empresa. Como podéis ver,
Xosé es una persona con estudios y que ha viajado y ha visto mundo.

Cuando se levanta por la mañana enciende la radio y oye las noticias
-en gallego (por no decir que las oye en vasco, catalán,  aragonés,
asturiano u occitano)-. Mientras su mujer se ducha, prepara las
tostadas. La leche para el café de su mujer tiene que ser baja en
lactosa. Xosé se asegura de haber cogido el envase correcto leyendo el
texto que, en gallego, figura en el reverso. Entretanto entra en la
cocina su hijo y lo saluda con un -poco efusivo- "bos días"  (por no
decir que decía "bon dia" o "egun on")

Su mujer se lleva al hijo al instituto. Xosé se va andando al trabajo
porque no le queda muy lejos de casa. De camino, se encuentra con el
señor Enrique, un antiguo vecino suyo. Charlan durante un rato de lo
que hizo el Dépor y de lo mal que lo tendrá en la copa del Rey. En
gallego.

En su trabajo, Xosé saluda a Rosa, la secretaria y a Marcial, un
compañero suyo. Los tres se van a desayunar al bar de enfrente. Hablan
entre ellos y con los camareros en gallego.

Vuelta a la oficina. A Xosé no le espera mucho trabajo hoy. Tiene que
llamar a algunos clientes y escribir algunos correos -en gallego- y
poner a punto una hoja de cálculo - aquí Xosé no usa el gallego porque
los números no hablan gallego (ni vasco ni asturiano ni esperanto ni
lengua alguna) pero su distribución de OpenOfice Calc estÁ en gallego.

A las 2, Xosé y sus compañeros se van a una sala anexa donde se comen
lo que ellos o sus parejas o sus padres les han preparado la noche de
antes. Allí se encuentran con Nacho e Isabel. Hablan con ellos en
gallego. Nacho es de un pueblo de Cantabria pero lleva 7 años en Lalín
-cosas del amor- y domina el gallego.

Esa tarde Xosé ha quedado con los del taller de teatro. Han adaptado
un monaje de «El Enfermo Imaginario» de Molière al gallego. Es muy
divertido. Ensayan hasta las 8 y Xosé se vuelve a casa.

En casa, su mujer está preparando algo para cenar y su hijo está
estudiando. Mañana tiene examen de gallego. Su mujer trabaja en una
agencia de viajes y le cuenta a su marido una anécdota que ha ocurrido
hoy con una clienta, la señora Rosalía. Le cuenta en gallego algo que
ha ocurrido en gallego.
Cenan viendo el Telexornal. Después ven "Pratos Combinados". Hace
varias semanas que no se pierden ni un capítulo.

Xosé milita en un partido político. Este año se ha presentado a las
generales como número uno de su circunscripción. Como el suyo es un
partido grande, ha sacado un escaño y toda la familia está muy
contenta. Se mudan a Madrid (que es donde está el nuevo lugar de
trabajo de Xosé, el Congreso de los Diputados).

Xosé se despide de Rosa, Marcial, Nacho, Isabel, del señor Enrique y
de su grupo de aficionados al teatro (Por suerte, Xaquín se sabe su
texto de memoria y podrá substituirlo.). Lo hace en gallego.

Unas semanas más tarde, Xosé entra a formar parte de una comisión
parlentaria. Es sobre un asunto de financiación pública de estos que
no salen ni en la tele. Lleva días preparándose su intervención no ya
por lo que quiere decir -que también, aunque lo tiene muy claro- si no
por el idioma.

Puede sonar raro pero, cuando se trasladó, Xosé podría llevar varias
semanas (o incluso meses) sin hablar en castellano y casi sin leerlo
ni esucharlo. Es una intervención relativamente fácil y no quiere
perder crédito frente a los demás grupos por no conjugar bien un
verbo, introducir algún calco del gallego o algún dicho popular que,
traducido no vaya a quedar bien. Desde hace unas semanas, el
diccionario de la RAE está presente en despacho y en su día a día en
la cámara baja.

 Cuando recuerda el derecho constitucional de todo español y española
a paticipar en la vida política en igualdad de condiciones, Xosé no
puede evitar que se le escape una sonrisa y piense «Sí, carallo. Pero
unos o tien mais fácil que outros.»

Le gustaría que, igual que ocurre en el Parlamento Europeo, en el
Consejo de Seguridad de la ONU o en las cumbres internacionales,
hubiera la posibilidad de que cada uno usara su lengua materna, que
son tan españolas como el castellano, almenos en las intervenciones
orales.

Claro que después de la polémica que se montó cuando Manuel Marín le
pidió a Joan Tardà que no se expresara en catalán en el hemiciclo,
cualquiera dice algo.