martes, 22 de enero de 2013

Curioso...

Buscar una imagen de Zamenhof con 28 años para ver lo calvo que era cuando publico su primer libro sobre "Gramática de la Lengua Internacional del Dr. Esperanto" y ver una imagen que aparece en una entrada de este mismo blog... eso es curioso.

miércoles, 2 de enero de 2013

[El Gato Mocho y La Niña Rosamunda] Te recordaremos (más ahora que cuando vivías)

Empieza el año y, con él, una nueva etapa en nuestras vidas. En concreto, de la primera de mis 7 vidas, ya habrá tiempo de vivir otras etapas.

El pasado domingo 30 de diciembre, convencida de que el mes tiene solo 30 días y empeñada en que "internet no es una fuente fiable para ese tipo de cosas", Rosamunda, nuestra estúpida amiga, se entretuvo, durante más de 45 minutos, en pelar 13 granos de uva (ya sabéis, por lo de "2013") con cuchillo y tenedor para celebrar la entrada del año nuevo. Separó cuidadosamente todas las pepitas con cucharilla del café y lo dispuso todo en un cuenco esperando a la medianoche. Con la televisión encendida (en el canal inactivo de laSexta3) y esperando a que sonaran las campanadas, Rosamunda empezó a reflexionar sobre lo que había estado haciendo en 2012. 

Si bien es verdad que sus cuentras de facebook y twitter han permanecido inactivas mucho tiempo (debido, principalmente, a su cociente intelectual cercano al analfabetismo), el año de Rosamunda fue muy prolífico. En enero consiguió pintarse la raya del ojo en sentido longitudinal del párpado, no uniendo el de arriba con el de abajo, como ella solía hacer (con una intensa irritación ocular como resultado). Febrero fue un mes movido: para Rosamunda también tenía 30 días. En marzo y en abril se estuvo cosiendo un vestido de chulapa para ir a celebrar el 15 de mayo a Madrid. Desgraciadamente (o no tanto), se dirigió a Madrid (Surigao del Sur, Caraga, Filipinas) en un viaje meticulosamente planificado salvo por el hecho de que se gastó todo el dinero en el vuelo excepto $4 , que se los gastó en una chocolatina en el duty free.

A su regreso (que ella describió como algo complicado y que incluía cosas como monos capuchinos adictos a la acetilcisteína, policías corruptos que cobraban en chucherías y una vieja que se le coló en el autobús), permaneció encerrada en su habitación durante dos meses en los que no salió más que para comer, ducharse, ir a trabajar (cosa que yo ignoraba que hiciera) y hacer algo de compra. La última semana se la ha tirado preparando cosas para la nochevieja: quería que el año que viene fuera diferente, «o, por lo menos, normal», añadí yo.

Así que cansada de esperar ante el bucle musical del peculiar («pelicular» decía ella) canal, empezó a comerse el producto de sus preparativos: las pieles y las pepitas de las uvas: estaba claro que no iba a ser capaz de hacer algo tan sencillo. 

En la penúltima se atragantó, fue corriendo por toda la planta en busca de un vaso de agua. Cayó por las escaleras dando varias vueltas de campana. Salió disparada por la puerta principal y acabó en mitad de la calle. Todos los coches la esquivaron y ella se fue andando al hospital más cercano. Al abrir, se pilló el dedo con la bisagra de la puerta, se rompió la uña en la base (cosa que provocó un hematoma interno de color de los arándanos). Del dolor, gritó tanto que consiguió tragarse la piel de la uva que la atragantó. Respiró aliviada y volvió a casa. 

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Desgraciadamente (o no), el coágulo entró en los vasos sanguíneos y provocó una obstrucción de su circulación sanguínea. Al llegar a casa, se sintió mareada y agobiada (seguramente debido al coágulo, la falta de riego y la consiguiente falta de oxígeno). Salió al patio, tomó aire y aspiró una bellota que se le acababa de caer a una ardilla que caminaba por las ramas de un platanero. Se atragantó, tosió fuertemente y murió.

Todos sentiremos mucho su pérdida (algún día) y la recordaremos (más ahora que en vida, previsiblemente).

Informó para la blogosfera:

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El Gato Mocho.