miércoles, 24 de junio de 2009

Lapsus linguæ // ラプスス・リングエ


Al entrar al centro de Formación de laCaixa en la calle Diego de León de Madrid, una tremenda nube de palabras escritas en celeste sobre blanco saltan a por la retina del que atraviesa la pequeña puerta de entrada. No en vano, el recibidor es pequeño y cualquier cosa que se pusiera en él llamaría la atención de propios y visitantes.

Todas esas palabras significan "Bienvenidos" en varios idiomas y en varios alfabetos (me faltó ver si había alguna en la lengua internacional).

Entre toda esa nube se podía leer lo siguiente:

カステリア マンチャ へ ようこそ [kasuteria mancha e yôkoso] = "Bienvenidos a Castilla - La Mancha"

Hasta aquí bien. La intención es buena. Los chicos de laCaixa nos dan la bienvenida a... ¡Castilla - La Mancha! ¡¿Qué demonios?! ¿Me he equivocado de tren?¿Estoy en Alcázar en vez de en Madrid?¡Oh, no, voy a llegar tarde a la entrevista!

...

Espera... este letrero está mal. Primero porque sería más correcto haber escrito カスティリャ・ラ・マンチャ ヘ ようこそ [Kasutirya ra mancha e yôkoso] pero, aún así, ¡no estoy entrando en Castilla - La Mancha! ¡Esto es Madrid!

Siguiendo el sentido de las demás palabras, hubiera sido más adecuado haber escrito simplemente ようこそ [yôkoso]= "Bienvenidos" o, como mucho, ラ・カシャ へ ようこそ [ra Kasha e yôkoso] = "Bienvenidos a laCaixa". ¿No creeis?

domingo, 14 de junio de 2009

Dulces sueños

Hoy he dormido con una chica preciosa. La primera vez que la vi pensé que era una actriz de renombre. Luego me fijé y noté que no la había visto antes pero sentía como si la conociera de toda la vida. Es de esos rostros que resultan familiares. Quizá me la había cruzado caminando por la ciudad. Lo mismo había soñado con ella alguna vez sin darme cuenta. El caso es que he dormido con ella.


Al principio no sabía si acercarme a donde ella estaba. Luego me decidí: me acerqué a ella con paso firme la miré a sus ojos -unos ojos grandes, despiertos, del color del ébano-, le dije “Hola, ¿qué tal?” y me senté a su lado. Ella sonrió -con una sonrisa inocente, casi colegial- y se ruborizó un poco. Ladeó un poco la cabeza de forma que su pelo -un pelo largo, algo ondulado, de color moreno oscuro, con un flequillo arqueado por encima de sus cejas- le tapó la cara por unos momentos.


No sé cómo pasó pero en cuestión de momentos ella y yo estábamos durmiendo juntos. Su respiración y la mía iban al compás de las horas y los minutos que pasaban tan lentos que se podían tocar con la mano. Aun así para mí pasaron volando: los rayos de sol que iban asomando por la ventana arañaban el entorno. Ella se despertó antes que yo, cogió sus cosas y se fue no sin antes decirme unas últimas palabras de despedida: “Esta es mi parada. ¿Me dejas pasar?”